Lo significativo de estos pensadores
griegos, que no se denominaban a sí mismos filósofos (a excepción de Pitágoras)
y que eran considerados magos, sabios, médicos, físicos, etc., está en que con
ellos se inicia la filosofía como paradigma racional autónomo y original, es
decir, ocupan ese punto de bifurcación en el que se abrió paso un nuevo camino,
el logos, la razón, que terminó desalojando la religión, el rito, el
mito.
A los representantes del pensar filosófico, tal vez por asunto de
estudio histórico, se los ha dividido en escuelas y tendencias: filósofos
monistas, pluralistas, escuela de Mileto, pitagóricos, eléatas, etc. Algunos tratadistas
de la filosofía incluyen en este grupo también a los sofistas, pero otros ―con
más razón― rechazan la inclusión de éstos porque los presocráticos tienen como
punto de estudio y análisis a los problemas cosmológicos, mientras que los
sofistas enfocan el fenómeno filosófico por asuntos antropológicos.
Los filósofos incluidos en este período centraron su atención en la
physis o naturaleza, por lo que a veces se les llama físicos o naturalistas; aunque
tampoco descuidaron el problema del hombre y su dimensión ética (como lo muestra
la filosofía de Heráclito y la pitagórica).
Los helénicos que habitaron y desarrollaron civilizaciones en las polis de Grecia fueron los iniciadores del pensamiento filosófico en el mundo de Occidente, a causa de su notable capacidad para pasar del estudio empírico de hechos y fenómenos al estudio racional y abstracto de la naturaleza esencial de estos sucesos.
La transición de los mitos a la filosofía,
del mito al logos, fue más radical que lo que supone un proceso
de despersonificación o de desmitificación. Todo ese cambio se dio en los
campos político, social y religioso y no sólo en lo intelectual.
Como consecuencia de sus viajes marítimos conocieron
las costas de los tres continentes que limitan con el Mediterráneo y tuvieron
contacto con los pueblos y culturas de los territorios visitados, a las cuales
deben sus antecedentes. Pero ellos mismos también poseyeron un rico caudal de
experiencia política y social, bajo reyes, aristocracias, tiranías.
Este tipo de cambio aconteció en las
colonias griegas entre los siglos VIII y V antes de Cristo. Podemos afirmar que
la filosofía occidental se origina en el siglo VI en el país jónico, en sus
ciudades marítimas comerciales, entonces muy ricas.
Indudablemente el crecimiento de la polis,
la ciudad-estado independiente, fuera de las estructuras aristocráticas, unido
al desarrollo de contactos con otras culturas y un sistema monetario
transformaron la visión hesiódica de la sociedad e hicieron que los viejos
arquetipos de dioses y héroes aparecieran obsoletos, salvo cuando se trataba
del ámbito religioso.
No estaban regidos por castas religiosas
que se hubieran adueñado de la ciencia y la filosofía; del mismo modo que estos
campos estaban abiertos para sus inteligencias, disfrutaban de libertad de
ideas que permitía los más audaces pensamientos.
Orientados hacia el desarrollo del
razonamiento y la creación de sistemas de lógica, tuvieron poca afición a las
prácticas del estudio científico (aunque aprendieron y perfeccionaron éstas
aplicaciones en todos los terrenos) que a su refinamiento teórico, que le
permitió explicar las cosas y los fenómenos como conjunto racional.
Sin embargo, la filosofía que se desarrolló
en Italia fue diferente en sus motivos impulsores y en su índole de la de los
milesios. Mientras que éstos se sintieron impulsados por una curiosidad intelectual a la insatisfacción con las viejas
versiones mitológicas, en un intento por obtener una sistemática explicación
física a los fenómenos físicos, el motivo de estudio del Pitagorismo fue de
orden ético-religioso y los eleáticos Parménides y Zenón propusieron paradojas
metafísicas que desterraron de raíz la creencia en la existencia misma del
mundo natural. El único pensador importante que continuó en Occidente la
tradición jonia de investigación sobre la naturaleza, fue el filósofo siciliano
Empédocles.
Indudablemente que existió diferencias
entre la filosofía griega occidental y la jonia relacionadas con diferencias en
las condiciones sociales y políticas de la vida en estas partes distantes del
mundo griego. El sur de Italia y de Sicilia fue residencia de cultos mistéricos
relacionados a la muerte y a la adoración de dioses del inframundo, notaremos que
este tipo de actividad religiosa tuvo escasa presencia en las ciudades en la
costa ribereña de Jonia.
Se ha sugerido que las ciudades
occidentales eran inherentemente menos estables y que el compromiso de sus
ciudadanos con los valores típicamente políticos de la polis griega
estaba menos enraizado que en cualquier otra parte de Grecia.
Los filósofos griegos presocráticos
Dado que Sócrates y la filosofía posterior tienen su centro principal
en Atenas, al ciclo filosófico anterior a Sócrates también se le llama período
pre-ático. Sin embargo, el término no designa una distinción puramente cronológica
puesto que en realidad algunos de los considerados presocráticos fueron
coetáneos de Sócrates e incluso más jóvenes que él. Cuando ocurre esto último,
sin embargo puede ser correcto el uso de este título porque algunos autores
participan de las inquietudes, objetivos y estilos intelectuales típicos de
esta primera etapa.
ESCUELAS FILOSÓFICAS JÓNICAS E ITÁLICAS
Se presume que los primeros filósofos de
las colonias griegas avanzaron por dos vías separadas. En su propósito de
hallar un principio rector del mundo real, una escuela dio importancia al
material con el que las cosas se hacen y obtienen vida, y la otra a las formas
que hacen que las cosas se diferencien entre sí.
Tenemos que, las sociedades cosmopolitas de
Jonia (los primeros filósofos de la Magna Grecia son emigrados Jónicos) y de
Mileto se dedicaron, sin separarse de los mitos y de la religión, a estructurar
un modelo amplio y objetivo del mundo.
En un lapso de un siglo Mileto fue cuna de Tales,
Anaximandro y Anaxímenes, quienes se caracterizaron por la búsqueda de un único
principio material y su separación constituyó lo más importante en la
explicación de la realidad. Esta actitud era un claro desarrollo del
acercamiento a la naturaleza por vía de la generación o genealogía, cuya
ejemplificación aparece en la Teogonía de Hesíodo.
Para conocer el criterio de su pensamiento
hay que buscar cuáles son los fenómenos que ellos consideraban de importancia.
Por un lado están los de técnica científica, pero ante todo los concernientes a
la naturaleza y causa de los meteoros, o de los fenómenos astronómicos:
terremotos, vientos, lluvias, relámpagos, eclipses y también temas generales de
geografía acerca de la forma de la tierra y los orígenes de la vida terrestre.
De estas técnicas científicas, los Jónicos se
propusieron difundir lo que las civilizaciones mesopotámica y egipcia les
transmitían. Por ejemplo, los Babilonios eran observadores del cielo; además,
conforme a su catastro, levantaban planos de ciudades y de canales y también
intentaron dibujar un mapamundi. En cuanto a las artes mecánicas, Grecia
presenta entre los siglos VII a V a. C., un desarrollo muy rico y variado, del
cual son testigos los filósofos jónicos, que veían la superioridad del hombre,
en su actividad técnica.
Después de los milesios se amplió y
modificó la preocupación por los problemas cosmológicos, cuya finalidad
primordial fue la de dar nombre a una clase única de sustancia material de la
que pudiera haberse originado el mundo ya diferenciado. Los sucesores de
Anaxímenes, Jenófanes y Heráclito, a pesar de ser también jonios, se interesaron
por problemas nuevos, concernientes a la teología y a la unidad en la
disposición de las cosas, más que por la sustancia material.
LA
ESCUELA DE MILETO
TALES,
ANAXIMANDRO Y ANAXÍMENES
En la
ciudad de Mileto, en el espacio de un siglo surgieron tres pensadores de gran
relevancia: TALES, ANAXIMANDRO y ANAXÍMENES,
que intentaron dar una explicación racional de lo real a partir de un
único principio que sería la fuente de todo lo existente. Les impresionó el constante
proceso de cambio, de la transición de la vida a la muerte y de la muerte a la
vida. Supusieron que, a pesar de todos los cambios, debía haber algo que
permaneciera. Puesto que el cambio es el paso de alguna cosa a alguna otra,
donde ha de haber algo que persista, que vaya tomando varias formas y que
soporte ese proceso de cambio.
Los
pensadores de Mileto inquirieron por el principio o arché,
que abarca las ideas de origen, sustrato y causa, se plantearon la
siguiente cuestión: ¿Es posible que una única realidad o sustancia sea capaz de
ejercer ella sola todas estas funciones? Estos filósofos, al igual que todas
las filosofía monistas y panteístas, consideraron que sí es posible y
establecieron un único principio que es sustrato y causa de todo, a partir del
cual todo se origina mediante un proceso en el que la desaparición de unos
seres da lugar al surgimiento de otros y viceversa, siendo necesario este
proceso.
Por
tanto, la filosofía jónica es, principalmente, un intento por aclarar cuál es ese elemento
primitivo o principio último de lo real.
Según la tradición, Tales, el primer físico griego o investigador de la naturaleza de las cosas como un todo, predijo el eclipse que tuvo lugar en 585 antes de nuestra era.
Para TALES, el principio último es el agua, lo acuoso, lo húmedo. A diferencia del pensamiento mítico, él no concibe lo real por medio de representaciones antropomórficas y de explicaciones imaginarias, sino que se remite a los hechos y busca ahí una causa, esto es, procura dar una explicación homogénea con los hechos. Remarca que todo procede de transformaciones del agua, es decir, concibe los seres como cambiantes formas de ese elemento primario y último. El agua es el principio o arché de todo lo que hay. Es origen del cual aparece todo; es sustrato porque, en último término, consisten los seres del universo, ya que no sólo proceden del agua sino que son agua; es causa porque es aquello capaz de explicar las transformaciones del universo. En resumen, el agua es naturaleza y sustancia que siempre permanece, es la esencia de todo.
ANAXIMANDRO
Si Tales mereció el título de primer
filósofo griego debido principalmente a su abandono de formulaciones míticas,
Anaximandro es el primero de quien tenemos testimonios concretos de que hizo un
intento comprensivo y detallado por explicar todos los aspectos del mundo de la
experiencia humana.
Segundo
de los filósofos de Mileto, sostiene que el principio de todo no es una
sustancia particular y determinada; pues si fuera así sería imposible que de ella
surgiera la realidad múltiple que conocemos. Anota que todo principio
originario y último es el ápeiron, lo
indeterminado o indefinido, un infinito en magnitud y cualitativamente indeterminado
del cual brotan todas las cosas y acaban retornando a él. Este principio es
anterior a todas las cosas particulares, es eterno e imperecedero. Sustenta que
el paso de lo indeterminado a lo determinado no se realiza vía generación sino
por un proceso de separación clasificatoria en virtud de un movimiento eterno. Todo sale y todo vuelve al ápeiron según un ciclo necesario, medido
según períodos de tiempo de carácter cíclico.
A su vez, ANAXÍMENES afirma que el principio de todo lo real es uno e infinito, pero no indefinido sino definido o determinado: el AIRE. Como Tales, reconoce como principio último un elemento concreto, pero atribuye los caracteres del principio de Anaximandro: la infinitud y el movimiento perpetuo. Indica que todo procede del aire a través de procesos de condensación y rarefacción. Dice “El aire es, de suyo, invisible, pero se hace visible en estos procesos de condensación y rarefacción, convirtiéndose en fuego cuando se dilata o enrarece, y en viento, nubes, agua, tierra y finalmente en piedra cuando se condensa”.
Debemos
denotar en que lo menos importante de los pensadores de Mileto es el elemento
particular que cada uno hace como principio de todo. Esto sirve sólo como
característica histórica que los distingue. Lo que les da el rango de primeros
filósofos griegos es por haber sido los primeros en concebir la noción de
Unidad en la Diversidad e intentaron explicar las diferencias que se perciben
en lo múltiple. Además, la originalidad de estos pensadores está en intentar
descubrir la causa de los fenómenos en los hechos mismos y no en algo externo.
LA
ESCUELA PITAGÓRICA
Los
Pitagóricos fueron, ante todo, matemáticos y su dedicación a las matemáticas
influyó en su explicación acerca de la naturaleza (origen, sustrato y causa) de
lo real. Apreciaron cómo múltiples propiedades y comportamientos de los seres
reales podían ser formulados matemáticamente y comprendieron que todos los
seres del universo son formulables matemáticamente.
Desde
entonces, esta dócil sumisión del Universo a las matemáticas ha constituido un
motivo de reflexión: ¿Por qué los seres del Universo se acomodan a las
matemáticas? Los representantes de esta escuela consideraron como única
explicación posible que los principios de las matemáticas son
también los principios de los seres reales, y como los principios
de las matemáticas son los números, afirmaron que los números constituyen la naturaleza del universo,es decir, las cosas son
números.
Se
dedican a una doble tarea. Por una parte asignaron un número a cada cosa; por
otra parte, y puesto que los números son muchos, se preguntaron de qué están
constituidos y de dónde proceden, lo que equivalía a preguntar de dónde
proceden en último término los seres reales. A lo que contestaron que los
números proceden de dos elementos, lo par y lo
impar. Adoptan así
una explicación no monista sino dualista de la realidad y
establecieron una serie de oposiciones entre dos términos: par-impar, limitado-ilimitado,
bueno-malo, luz-oscuridad, etc., que son aspectos o concreciones de los dos
principios originales.
PitagorasLa filosofía de Pitágoras se desarrolla en una doble vertiente: una místico-religiosa y otra matemático-científica. Respecto a la primera, está representada por la teoría de la trasmigración de las almas y la consecuente afirmación del parentesco entre todos los seres vivos. Según ella, las almas son entidades inmortales que se ven obligadas a permanecer en cuerpos reencarnándose sucesivamente pasando de unos a otros durante un periodo de tiempo indeterminado, hasta superar el proceso de reencarnaciones gracias a la purificación (catarsis), que culmina en el regreso del alma a su lugar de origen. Para ello, era necesario observar numerosas reglas de purificación, por ejemplo, la abstinencia de la carne, así como diversas normas rituales y morales. Esta teoría será adaptada posteriormente por Platón, constituyendo un elemento importante de su filosofía.
Con relación a la
vertiente matemático-científica, Pitágoras afirmaba que los números eran el
principio (arjé) de todas las cosas. Se desconoce si se concebían los
números como entidades físicas o si, por el contrario, se afirmaba que el
principio de la realidad era algo de carácter formal, es decir, no material.
Aristóteles pensaba que la doctrina pitagórica del número se basaba en
descubrimientos empíricos; por ejemplo, el hecho de que los intervalos
musicales puedan expresarse numéricamente. (De hecho los pitagóricos
concedieron una gran importancia al estudio de la música, vista su relación con
las matemáticas. Esta relación la pudieron ir ampliando al resto de objetos que
constituyen la realidad, descubriendo en el número la razón de todo lo real, lo
que llevaría a convertirlo en el "arjé" de los milesios.) Parece, además,
que los pitagóricos concibieron los números espacialmente, identificando el
punto geométrico con la unidad aritmética. Las unidades tendrían, pues,
extensión espacial y podrían ser consideradas, como dice Aristóteles, como el
elemento material de las cosas.
Heráclito
Es conocido como el filósofo radical porque afirmó que todo cambia y nada permanece, que el Universo no es sino un continuo devenir en el que la ley de identidad carece de vigencia al estar todas las cosas sometidas a incesante transformación. El propio Aristóteles describe la doctrina de Heráclito diciendo: “Todas las cosas están en movimiento, nada está fijo”. Heráclito afirmó que “es imposible meterse dos veces en el mismo río, pues quienes se meten sumérgense en aguas siempre distintas”, “todo fluye”. Ahora bien, todo cambia, en efecto, pero el devenir no es irracional o caótico, sino que se realiza de acuerdo con ciertas leyes o proporciones. La ley o logos interno del devenir universal constituye el verdadero principio explicativo del universo.
Para
Heráclito, el Universo es fuego, “Este
cosmos, el mismo para todos, no lo hizo ningún dios ni ningún hombre sino que
siempre fue, es y será fuego eterno que se enciende conforme a medida y
conforme a medida se extingue”. La ley que rige el Universo es la lucha de contrarios. El
devenir está caracterizado por un continuo pasar de un contrario a otro: las
cosas frías se calientan, las calientes se enfrían, el joven envejece, lo vivo muere,
pero de lo que ha muerto renace una vida joven, y así sucesivamente. Según él,
existe una guerra perpetua entre los contrarios que se van alternando. No
obstante, puesto que las cosas sólo adquieren su propia realidad en el devenir,
la guerra (entre los opuestos) es algo esencial: “La
guerra es padre de todas las cosas y rey de todas las cosas”. Se trata
de una guerra que al mismo tiempo es paz y de un contraste que es,
simultáneamente, armonía. El permanente fluir de las cosas se denota como una
armonía de contrarios. Los contrarios constituyen, en último término, UNA
UNIDAD profunda, “Dios es día-noche, invierno-verano,
guerra-paz, hartazgo-hambre”.
La
armonía que caracteriza al Universo, “Armonía oculta”, no
es una armonía estática sino el equilibrio dinámico de las tensiones
entre los contrarios, una armonía tensa “como
ocurre con el arco y con la lira”. Sólo si se enfrentan alternativamente
los contrarios se otorgan de forma mutua un sentido específico: “la
enfermedad convierte en dulce la salud ... y la fatiga convierte en dulce el
descanso”.Parménides
Tiene una
nueva forma de filosofar, introduce la distinción entre la razón y la
sensación, entre la vía de la verdad y la vía de la opinión, entre el ser y la apariencia.
Es cierto que los filósofos anteriores habían reconocido y supuesto esta
distinción, ya que sus tesis acerca de la realidad no era inmediatamente
perceptibles por los sentidos, siendo necesario el ejercicio de la razón; pero,
Parménides insiste en tal distinción, afirmando que la verdad hay que buscarla desde la
razón sin tener en cuenta el testimonio de los sentidos. Así,
mientras que los filósofos de Mileto, parten de la pluralidad que nos
manifiestan los sentidos y buscan algo subyacente a esa pluralidad que será el
principio unificador; Parménides, parte de una exigencia de la razón: “El
ser es, y es imposible que no sea” y utiliza el método
analítico y el principio de contradicción desde el comienzo. Parménides marca
un hito decisivo en el desarrollo de la filosofía griega. Su doctrina puede
sintetizarse así:
A partir de una única realidad es imposible que
surja la pluralidad, en contra de lo que los jónicos afirmaban. Lo que no hay
ni había desde siempre no puede tampoco ser destruido. Lo que hay, lo que es,
el SER es, según Parménides, inengendrado,
indestructible, inmutable, finito, compacto, homogéneo, indivisible y esférico.
Junto a estas características, Parménides deduce
también que lo que hay, lo que existe ha de ser único, es decir, una
única realidad.
Esta
visión monista de la realidad es, según Parménides, una
exigencia necesaria de la razón, del logos. Caber afirmar, pues, que
los rasgos principales de la filosofía parmenídea son el monismo
y el formalismo; y que el núcleo de su
pensamiento consiste en una proposición irrebatible: “El
Ser es, y es imposible que no sea”, junto a la cual se afirma: “El
no-ser no es y no puede ni siquiera hablarse de él”. De
estas proposiciones se derivan, como vimos, una serie de consecuencias: 1) hay
solamente un Ser, 2) El Ser es eterno, 3) El Ser es inmóvil, 4) El Ser no tiene
principio ni fin. El procedimiento del que Parménides se sirve para demostrar
la verdad de estas proposiciones es el de la reducción al absurdo de todas las
proposiciones contrarias a ellas.
LOS PLURALISTAS
EMPÉDOCLES
Empédocles no crea
una nueva filosofía, hizo suyo el pensamiento básico de Parménides, según el
cual, como hemos visto, el Ser no puede nacer ni destruirse, porque el Ser no
puede surgir del no-ser como tampoco puede desaparecer. Por tanto, la materia
no tiene ni comienzo ni fin: es indestructible. Hasta aquí, está de acuerdo con
Parménides.
Así, Empédocles
afirma con Parménides, que el Ser no puede proceder del no-ser y que la
pluralidad no puede surgir de una unidad originaria. Pero, a diferencia de
Parménides, refiere que no existe una única substancia sino cuatro: fuego, aire,
agua y tierra, que son raíces de todo, son indestructibles y eternos y de su
mezcla y separación resultan todas las cosas, de tal manera que la cualidad de
cada objeto se da según la proporción en que cada uno de los elementos se mezcla.
Interpretando el principio parmenídeo sobre la inmutabilidad del Ser, sostiene
que la materia de una clase no puede convertirse en materia de otra clase. La
tierra no puede convertirse en agua, ni el agua en tierra, “hay
sólo mezcla y separación de lo mezclado, pero
no nacimiento, que es una simple manera de decir de los hombres”.
Ahora bien, ¿qué es
lo que hace que los elementos se mezclen o se separen? Empédocles afirma que se
debe a dos fuerzas activas: el AMOR y el ODIO (la Armonía y la
Discordia). El amor o armonía reúne las partículas de los cuatro elementos, desempeñando
una función constructiva; el odio o discordia separa las partículas, provocando
con ello la extinción de los objetos. Sostiene que el proceso del mundo es
circular en el sentido de que hay ciertos ciclos ordenadores periódicos.
ANAXÁGORAS
Al igual que todos
los pluralistas, acepta como evidente el razonamiento parmenídeo según el cual ninguna
realidad nueva puede originarse. Afirma que Todo existe desde siempre. Partículas
diminutas de todas las sustancias existían y existen desde siempre. Admite una
pluralidad de ellas. Dirá que en los hombres, por ejemplo, predominan las
partículas de hombre, pero en realidad en el hombre –al igual que en el resto
de los seres- hay partículas u Homeomerías de todas las
sustancias del Universo: “todo participa de todo”, afirma. Estas
innumerables partículas se encontraban originalmente mezcladas en una masa
compacta y maciza. Queda así explicado el origen de la pluralidad.
Ahora, ¿cómo se
explica el movimiento?, ¿cómo empezó a moverse esta masa compacta originaria,
de modo que las partículas fueran separándose y uniéndose para dar lugar a los
distintos seres? Anaxágoras recurre a una causa exterior, el entendimiento
o nous, que
imprimió a esta masa inerte un movimiento de remolino.
Hasta la
introducción del Nous, la filosofía de Anaxágoras no es más que una variante de la
filosofía de Empédocles. Pero al tratar la cuestión del poder o la fuerza
responsable de la formación de las cosas, se encuentra la contribución de
Anaxágoras a la filosofía. Empédocles atribuyó el movimiento del Universo a las
dos fuerzas: el Amor y el Odio; Anaxágoras introduce el principio del NOUS o la mente y con él,
afirma Hegel, “empieza a brillar una luz, por débil que sea, puesto que ahora
se reconoce a la inteligencia como Principio”.
Con Anaxágoras
aparece la idea de una Inteligencia o Entendimiento como principio rector del
Universo. Abre nuevas perspectivas en el conocimiento. Esto parecía llevar a
una concepción del orden del Universo como resultado de una Inteligencia que
actúa conforme a fines, de tal modo, que el resultado de los procesos naturales
fuera siempre la consecución de lo mejor. Sin embargo, Anaxágoras apenas
desarrolla este aspecto implícito en su cosmología, concediendo de hecho el
papel fundamental en la construcción del Universo al remolino y, por tanto, a
fuerzas de carácter mecánico. La filosofía de Anaxágoras se halla, pues, entre
el finalismo y el mecanicismo.
EL
ATOMISMODEMÓCRITO Y LEUCIPO
Demócrito y su
maestro Leucipo plantearon una respuesta más audaz y radical para conciliar el
movimiento y el principio parmenídeo. Aceptaron como indiscutible la afirmación
parmenídea según la cual de una única realidad no puede originarse la
pluralidad.
Estos atomistas aceptan
que lo real ha de poseer las características establecidas por Parménides: inengendrado,
indestructible, inmutable, finito, compacto, homogéneo e indivisible. Aceptan
todas las características menos dos: la esfericidad y la unicidad.
Según los atomistas,
no existe una única realidad sino una multiplicidad de realidades que son los átomos:
un número infinito de unidades indivisibles que difieren en tamaño y en forma y
no tienen ninguna cualidad, excepto la de ser sólidos e impenetrables.
La audacia
intelectual de los atomistas se muestra al afirmar que entre la multitud de realidades
o átomos se interpone ciertamente algo, el VACÍO. Conceden a
Parménides que el vacío que separa a los átomos no es real, si por real se entiende
la materia existente: únicamente los átomos son reales en este sentido y el
vacío puede muy bien ser caracterizado como no-ser por Parménides.
Sin embargo, el vacío es algo real si por real se entiende que efectivamente existe. Así, junto con los átomos, éste forma parte de la naturaleza del Universo. Su papel es decisivo, no solamente hace posible la pluralidad sino también el movimiento. Anaxágoras, como vimos admitió una pluralidad de partículas, pero al no admitir el vacío, estas partículas quedaban “aprisionadas” en una masa compacta e inerte. Al contrario, aceptado el vacío, los átomos pueden moverse libremente en él. La pregunta: ¿por qué y cómo se inició el movimiento?, tiene sentido en el caso de Anaxágoras, pero no en el atomismo: el movimiento no se inició en ningún momento, los átomos se mueven eternamente en el vacío.
Sin embargo, el vacío es algo real si por real se entiende que efectivamente existe. Así, junto con los átomos, éste forma parte de la naturaleza del Universo. Su papel es decisivo, no solamente hace posible la pluralidad sino también el movimiento. Anaxágoras, como vimos admitió una pluralidad de partículas, pero al no admitir el vacío, estas partículas quedaban “aprisionadas” en una masa compacta e inerte. Al contrario, aceptado el vacío, los átomos pueden moverse libremente en él. La pregunta: ¿por qué y cómo se inició el movimiento?, tiene sentido en el caso de Anaxágoras, pero no en el atomismo: el movimiento no se inició en ningún momento, los átomos se mueven eternamente en el vacío.
El atomismo alumbró
definitivamente una nueva concepción del Universo: un modelo mecanicista, que suponía que el
cosmos no está presidido por plan alguno trazado por una Inteligencia transcendente,
ni existe tampoco una finalidad inmanente que preste inteligibilidad a los
procesos naturales. Señalaron que, el Universo es el resultado de una necesidad
ciega y
opaca que para el hombre viene a confundirse con el azar. El modelo
mecanicista, tras un largo período de oscurecimiento, volverá a resurgir con
fuerza en la Modernidad.
Lo explicado, pone
de manifiesto que la Filosofía Presocrática centra su interés en el mundo
exterior, en el objeto, en lo que está fuera del yo.
Por tanto, a los
primeros filósofos se les llama cosmólogos, porque su objetivo fundamental fue
averiguar la naturaleza del Cosmos, y al hombre mismo lo consideraron en su
aspecto objetivo, como una porción del Cosmos, más que en su aspecto subjetivo
como sujeto de conocimiento y agente voluntario y moral. Será la filosofía del
período socrático la que cambie el rumbo.